Hoy: Genio maligno con fritas

Una semana imbécil

Dos hecho puntuales:

A) Pongo las balizas y paro el auto en una esquina, subimos a una persona. Treinta segundos después arrancamos. Detuvimos por 30″ un colectivo que esperaba llegar a la parada. Un señor nos insulta y nos aplaude de manera irónica durante ese lapso de tiempo, al final nos intenta sacar una foto con su celular, a la patente del auto.

B) Un señor insulta a Delorte (jugador de Olimpo, club de fútbol de Bahía Blanca). Le pide que se vaya y que deje de robar, cuando un joven le dice que se deje de putearlo, dice que tiene todo su derecho de expresarse.

Los dos señores tenían alrededor de 50/60 años. Los dos señores estaban exasperados. Ambos demostraban su enojo al público, lo hacían exterior y evidente. ¿Por qué llegarían a ese punto?

Hay cosas más interesantes por las que enojarse y demostrárselo a los demás. Un jugador de fútbol recibe insultos de 8 mil personas, ninguna de esas 8 mil recibe insultos de otras 8 mil por hacer su trabajo como le salga ese día. Mi felicidad no está en los pies de nadie. Soy feliz por mis propios pies, por mis propias manos, por mis propios caramelos. Voy a la cancha por la curiosidad del evento social, por cómo muchas personas se ponen de acuerdo en cuestión de segundos para cantar o expresarse de una manera particular. Porque cada tanto alguien se acuerda de que es un juego y se divierte y ahí disfruto de la estética del juego y sus movimientos y no de la estupidez crónica de creer que es una cuestión de ideología, de vida o muerte, un simple hecho deportivo. Y uno puede expresarse, pero pagar para ir y faltarle el respeto a alguien, me parece bastante primitivo. Se pueden expresar ideas o pensamientos un poco más elaborados, menos reaccionarios y más constructivos.

No soy perfecto manejando, cometo errores y no me gusta hacerlo y me pongo mal cuando los hago, trato de no tocarle bocina a nadie, de respetar al otro que se puede confundir, tener un mal día, estar distraído, como yo puedo estarlo. Y si alguien me hace frenar por 30 segundos, un minuto, muchos minutos…no le veo el sentido a por qué enojarme, seguiré escuchando el disco de Franz Ferdinand que no para de sonar desde que me subí a ese auto, y me miraré en el espejo pensando que cara de pelotudo que tengo, y cuando arranque volveré a trasladarme. Nadie me quita tiempo, no iba a hacer nada fantástico en esos minutos, no iba a ser más o menos feliz, si estoy horas tirado en la cama mirando el techo, qué tiene de malo estar varios minutos en un auto, rodeado de cosas cuadradas de hormigón (y algunas de carne y hueso). No entiendo el por qué de su enojo, porque si tuvo un mal día me putea y listo: «dale pibe que quiero llegara mi casa, tuve un de mierda». Hasta le hice el gesto de que era un minuto nomás. Y eso lo volvió más loco.

Llegar 5 minutos más tarde a mi casa, que Delorte pifie un cabezazo…si hay que enojarse por eso, no gracias, me hago un café y les digo desde mi reposera existencialista que me recita fragmentos de La Náusea de Sartre, «creo que habría que parar la pelota y bajar los vidrios un poco más.

Deja un comentario